Lapiceros, del más graso al casi más seco, osando el carboncillo que desarrollará nuestra capacidad para observar y conseguir grises, y por qué no probar los contés cuya distinta gama de colores transforma los dibujos en un jardón secreto. Y de allí saltaremos a inventarnos historias, eso sí, cortas, pero ellas nos permitirán integrar el texto como medio plástico, ¡qué experiencia tan enriquecedora!